A alma cativa e obcecada
enrola-se infinitamente numa espiral de desejo
e melancolia.
Infinita, infinitamente...
As mãos não tocam jamais o aéreo objeto,
esquiva ondulação evanescente.
Os olhos, magnetizados, escutam
e no círculo ardente nossa vida para sempre está presa,
está presa...
Os tambores abafam a morte do Imperador.
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?
Ellos, los que traspiran
Las cosas absolutas,
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.
Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!